viernes, 12 de agosto de 2011

NEGocio nocturno

Los titulares de la prensa de estos días se han hecho eco de los desórdenes causados las últimas noches en Lloret de Mar por hordas de jóvenes turistas – en su mayor parte, borrachos.

El escenario no es nuevo, y el revuelo mediático y político veraniego, tampoco. Ya en 2004 se agudizó esta polémica cuando, a raíz de otros incidentes similares, la entonces consellera de Interior, Montserrat Tura, etiquetó este fenómeno vandálico como “turismo de borrachera”.

Entonces, como ahora, se sucedieron las reacciones políticas y las recetas al problema. Y, como ahora, las administraciones hicieron propósito de enmienda.

Pero el fenómeno del ocio nocturno y su combinación con el turismo de fiesta y alcohol es muy complejo como para reconducirlo con medidas clásicas del tipo: “más policía, modificación de ordenanzas municipales o campañas de información y sensibilización”.

La fiesta descontrolada está en el ADN de la cultura festiva de estos lares. ¿Cuántas de las declaradas “fiestas tradicionales” no son sino la conmemoración de los excesos de algunas sonadas “quintadas”? Recuerdo un artículo de Muñoz Molina en El País Dominical en el que daba un repaso a este bestiario nacional que son las fiestas populares, encumbradas al rango de “oficiales” por los ayuntamientos.

Volviendo a Lloret de Mar y a este agosto de 2011, la receta para – en palabras de su alcalde – “declarar la guerra al turismo de borrachera” es modificar las ordenanzas municipales para poner orden, con medidas como controlar que los locales no vendan alcohol a menores, prohibir la prostitución en la calle y obligar a las discotecas a cerrar antes.

Ninguna de esas medidas parece que requiera de nueva normativa, porque ya hace muchos años que está prohibida la venta de alcohol a menores y los horarios de las discotecas están perfectamente regulados. Lo de la prostitución callejera, supongo es que es por aquello de que “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid”.

De momento, como siempre, lo que debería ser la última ratio, el último recurso: la policía, está siendo el primero, único y maltratado recurso. No puede ser que las administraciones no adopten medidas y controles previos para evitar riesgos más que probables y que casi siempre se confíe la solución de todos los problemas a la policía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario