lunes, 25 de julio de 2011

La masacre de Utøya y el control de las armas de fuego

Sería injusto culpar de las tragedias de Oslo y Utøya a la reglamentación sobre tenencia y uso de armas en Noruega. El culpable es la persona que ha perpetrado las atroces matanzas y las ideas e ideologías que han infectado y podrido su mente todos estos años.

Si no hubiese tenido a su alcance armas y material explosivo, ese engendro con delirios de cruzado medieval podría haber estrellado una avioneta contra el campamento juvenil o arrollado con un camión a padres y niños en la salida de un colegio.

Pero la diferencia entre usar una avioneta o un camión, o usar armas, es que los primeros son instrumentos pensados para transportar personas o mercancías, mientras que las armas están ideadas para matar – aunque sean perdices, en temporada.

Por eso, el sentido común más elemental aconseja que el acceso a las armas debe ser extremadamente restrictivo y la evaluación y el control de las personas que las que poseen debe ser consecuente con esa excepcionalidad.

Dejado sentado que lo que ha pasado en Noruega – paradigma de sociedad democrática y pacifista- puede pasar en casi cualquier otra parte de mundo, en lo que se refiere al uso de las armas en la matanza de Utøya, nos obliga a reflexionar sobre la incidencia que ha podido tener en el trágico suceso la normativa de acceso a las armas en Noruega.

El número de armas de fuego en poder de civiles en Noruega es de aproximadamente 1.400.000, según datos de GunPolicy.org, es decir, unas 31,3 armas de fuego por cada 100 habitantes. En los otros países nórdicos, como  Islandia (30,3) i Suecia (31,6), son similares. Finlandia (45,7) presenta una de las ratios más altas del mundo y, por contra, Dinamarca (12) tiene una ratio baja.

En España, el número de armas de fuego en poder de los particulares es de unas 4.500.000 (10,4 por cada 100 habitantes). En otros países de la Unión Europea la situación es muy diversa: Reino Unido (6,7), Bélgica (17,2), Francia (31,2), Austria (30,4), República Checa (16,3), Grecia (22,5), Alemania (30,3), Hungría (5,5), Italia (11,9), Holanda (3,9), Portugal (8,5), Polonia (1,3), Irlanda (5,3).

Según las estadísticas de homicidios por países publicada por Wikipedia, la ratio de homicidios por cada 100.000 habitantes en Noruega fue de 0,60 en 2008, en España fue de 0,90, en Islandia 0, en Suecia 0,89, en Holanda 0,91, en Alemania 0,88, en Dinamarca 0,97, en Italia 1,10, Reino Unido 1,28, Polonia 1,21, Bélgica 1,82, República Checa 1,94, Finlandia 2,5...

Si tenemos en cuenta solo los homicidios cometidos con arma de fuego, los datos de 2005 reflejan que en Noruega la ratio se sitúa en torno al 0,11 por 100.000 habitantes mientras que en España es de 0,14.

Estos datos comparados – que pueden analizarse más a fondo a partir de las diferentes bases estadísticas que se citan en este artículo – desvelan que el número de armas en poder de particulares no parece ser una variable directa en la ecuación homicidios-armas.

Pero la legislación no solo incide en el número de armas a las que tienen acceso los particulares sino también el tipo de armas y al control por parte de las autoridades.

En la masacre de la isla de Utøya el asesino utilizó un rifle semiautomático Ruger Mini-14, que es un arma a la que, según la ley noruega de armas, los civiles sin antecedentes penales pueden tener acceso a partir de los 21 años de edad con licencia de caza o deportiva.

Resulta paradójico que ese mismo tipo de rifle fue utilizado en una de las mayores masacres en Canadá (Escuela Politécnica de Montreal, 1989), como también es paradójico - y ha resultado inútil en este caso - que la legislación de armas en Noruega se endureciera en 2009 a raíz de las masacres ocurridas en la vecina Finlandia en 2007 (instituto en Tuusula), 2008 (instituto en Kauhajoki) y 2009 (centro comercial en Espoo).

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